Se cuenta que a finales del siglo XIX en Costa Rica el café de exportación alcanzó niveles muy interesantes, y éste había que llevarlo de San José al puerto de Puntarenas en el Pacífico, por lo que se requería de miles de viajes de carretas de bueyes para el transporte pues cada una a lo sumo podía llevar 10 quintales por viaje.
Se duraba entre 15 o 20 días en ir y volver dependiendo del tiempo o de reparaciones de ruedas, ejes etc.
Los boyeros tenían un reglamento que cumplir para el tránsito y una especie de policía montada hacía de oficiales de tránsito y les supervisaba en sus viajes. Entre varias regulaciones destacaba la prohibición de conducir la carreta subido en ella, porque los bueyes al sentirse solos se asustaban y podían provocar algún accidente.
Muchos boyeros llevaban su buena reserva de guaro para mitigar el cansancio, el calor, el frío, las penas las alegrías y cualquier otro imprevisto que pudiera presentarse en el largo camino y frecuentemente al sentirse cansado o cuando se le “subían los traguitos” se montaban en la carreta y se dormían lo cual como dije antes era muy peligroso.
Ante estas situaciones la Policía les hacía una boleta de sanción equivalente a un parte de tránsito con una multa de un peso por ir “ montado en la carreta ”
Y fue así como nació la expresión popular que equivale a estar ebrio, jumas, tapis o hasta las cachas.
